5/5/10

Mentiraaas..




Puedo arreglar todas esas mentiras.,
pero no puedo pagar
x cosas que nunca hice..........................!!

1 comentario:

  1. El otro día pensaba que, si cada vez que decimos una mentira nos creciera la nariz sería imposible pasear por las calles, incluso andar por nuestras casas, complicado entrar en los ascensores, o tan siquiera conducir nuestros coches.

    Nuestra nariz chocaría con la de otros, como en un baile de bastones, o con las paredes y ventanales.

    A tanto puedo alcanzar mí fantasía, que me reía yo sola imaginando mil situaciones.

    Es gracioso escuchar como algunos padres les dicen a su hijos, tomando el cuento de pinocho como ejemplo, que si mienten les crecerá la nariz. Cuando si fuera cierto, que desgraciadamente no lo es, tal vez no podrían ni acercarse a la cara de sus niños para darles un beso de buenas noches, porque su propia nariz se lo impediría.

    Imaginar que fácil lo tendrían los jueces a la hora de dictar sentencia, si lo del crecimiento de nuestras narices dependiera de la mentira o la verdad.

    Vislumbrar por un momento ese congreso de los diputados, cuando la nariz de unos rascara la coronilla del que está sentado delante, mientras asevera sus razonamientos. O que los debates parlamentarios fueran una pelea de narices, en lugar de una verborrea incesante de mentiras manipuladas.

    Imaginar la cara de mi jefe, ha sido para desternillarse o para llorar a chorros, porque os aseguro que su nariz es larguísima y además dura como una espada de acero, porque esta asestando con sus mentiras heridas enormes que tardaran en curar.

    Los programas de televisión serían increíbles, para distinguir quién miente menos, el presentador tendría una cinta métrica para medirles la nariz, eso contado que pudiera hacerlo, sin dejar tuerto al medido con la suya propia.

    Los besos entre enamorados ¡Buf! Eso sí que sería complicado, pero seguro que encontraríamos la postura facial que nos permitiera darnos el ansiado beso, como hallaríamos las que fuera necesarias, aunque tuviéramos que tirar de las del kamasutra, para otros menesteres. Lidiamos con los cuernos, como no íbamos a poder hacerlo con la nariz.

    En realidad vivimos en una sociedad mentirosa, pero en la que hemos aprendido a maniobrar con mucho tacto, para que nuestras narices no choquen.

    Y fíjate hasta donde llegamos que tenemos clasificadas a las mentiras, igual que tenemos clasificadas las narices. Están las familiares, las colectivas, las particulares, las históricas, las políticas, las piadosas… como están las chatas, las aguileñas, las puntiagudas… ¡La mentira es mentira, y que no me toquen las narices!

    Todo hubiera sido distinto si aquel que dijo la primera mentira ya hubiera visto crecer su nariz, aquella mentira que fue la primera de una sucesión de mentiras infinitas, se hubiera quedado allí en la edad del hielo o de la piedra ¡¡yo que sé!! A la mejor fue primera la mentira que el hombre.

    Cuesta cambiar este mal hábito, cuesta ser una persona sincera que no es lo mismo que ser puntilloso. Se puede cambiar cuando se descubre la grandeza de “la verdad”, aprender su gran valor. Y el mero hecho de intentarlo ya es un logro inmenso.

    No se puede por menos que sentirse despreciable cuando las consecuencias de las mentiras nos tienen donde nos tienen, en un mundo de desconfianza.

    El peso de nuestra nariz tendría que vencernos, como nos vencen las mentiras al final. Aunque piense que, en nuestro días, la mentira sea la que permite dirigir, y la verdad la que te da un billete gratuito al olvido.

    Me niego a que me llamen “pinocha”, me suena mejor lo de “chatina”, así que en ello estoy, peleando por un lado para evitar que mi nariz crezca, y esquivando, en lo posible, las narices largas y punzantes de los que las esgrimen sin vergüenza.

    http://lacomunidad.cadenaser.com/la-calandria/2009/5/17/-de-narices-va-cosa-

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